En 1975, el destacado historiador Rafael Segovia publicó una encuesta sobre la politización del niño mexicano, en la que se preguntaba a los escolares qué país les generaba menos simpatía. La mayoría de ellos respondió: Estados Unidos. Curiosamente, cuando se les cuestionó acerca de dónde elegirían vivir fuera de México, la respuesta también fue Estados Unidos. Esta situación refleja el delicado equilibrio que México mantiene en sus relaciones con su vecino del norte, ya sean de índole diplomática, cultural, migratoria, gastronómica o comercial. Hoy en día, aquellos niños de hace décadas son testigos de un diálogo sin precedentes desde la Segunda Guerra Mundial, en el que el presidente Donald Trump marca la pauta y socava la confianza construida entre dos naciones con una historia marcada por conflictos y acuerdos. Los expertos en relaciones internacionales se refieren a esto como un nuevo paradigma, haciendo hincapié en la injerencia de la política oportunista en tratados comerciales que antes se llevaban a cabo sin sobresaltos. Durante su primer mandato, Trump ya empezó a tambalear las bases de un entendimiento que se había forjado a lo largo de décadas, y la reiteración de sus políticas está llevando la situación al borde del abismo. A pocos días de cumplir los 100 días de su gobierno, el mundo entero atraviesa aguas turbulentas; sin embargo, México, su principal socio comercial, busca soluciones en su economía interna para enfrentar una crisis que amenaza con transformar radicalmente las relaciones bilaterales.
La frontera de más de 3,000 kilómetros que divide a ambos países ha sido testigo de guerras territoriales, pero también de intensos intercambios comerciales y humanos que continúan hoy, aunque con un enfoque diferente. Lo que antes se consideraba una fuerza laboral ahora son migrantes indeseables para la administración de Trump; de igual manera, el tráfico de drogas, que en el pasado servía para el abastecimiento de los soldados en conflictos bélicos, se ha convertido en una amenaza multifacética, dejando miles de víctimas por el fentanilo en Estados Unidos y generando una ola de violencia en México. «Los tratados comerciales logrados, como el TLCAN en 1994, que hoy se ha transformado en el TMEC entre México, Estados Unidos y Canadá, excluían las disputas políticas, que se abordaban por separado. Esto fue un avance diplomático de México: separar los problemas. Sin embargo, ahora la conversación está contaminada, y la negociación de los aranceles se ve influenciada por temas como el fentanilo y la migración. Estas cuestiones se han convertido en herramientas de movilización política, complicando enormemente la situación”, explica Erika Pani, profesora del Colegio de México. “La historia entre ambos países siempre ha sido compleja y ha involucrado a muchos actores, pero es fundamental entender que el juego no se limita únicamente a Washington y Ciudad de México«, añade.
La presidenta Claudia Sheinbaum ha navegado con precaución y eficacia durante estos 100 días marcados por una incertidumbre que aún parece lejana a su resolución. México ha logrado sortear los elevados aranceles que se han impuesto en diferentes regiones del mundo y, por el momento, enfrenta únicamente aquellos que afectan con un 25% al acero y al aluminio, así como ciertos productos ajenos al tratado comercial. Aunque el país todavía se mantiene a flote, la atención se centra en las autopartes, un desafío crucial para la industria automotriz y para las cadenas de producción de las grandes marcas que operan en México. Se ha previsto un arancel del 25% para estos componentes, el cual podría reducirse en función de su procedencia, priorizando los productos estadounidenses sobre los chinos, por ejemplo. Sin embargo, aún falta establecer los criterios que permitan evaluar esta medida antes de su implementación. «Si rompes la integración del sector automotriz, desmantelas la esencia del TMEC«, afirma la diplomática Martha Bárcena, quien fue embajadora mexicana en Estados Unidos durante los últimos dos años del primer mandato de Trump. Las oscilaciones del mandatario republicano mantienen en vilo a México, que un día se enfrenta a amenazas sobre las exportaciones de tomate y, al siguiente, lidia con controversias relacionadas con el intercambio de agua para la agricultura en la frontera.
Mientras tanto, los equipos económicos y diplomáticos no cesan su labor, y se abren inesperadas oportunidades políticas, como la creciente fama internacional de Claudia Sheinbaum y su estrategia de «cabeza fría« para confrontar al implacable magnate estadounidense. El país entero se prepara para hacer frente a Estados Unidos bajo la dirección de la presidenta, quien defiende la dignidad y la soberanía de su pueblo. La oposición, consciente del peligro que representa el norte, se une, mientras gobernadores de todos los partidos se congregan en la gran plaza de la capital para demostrar unidad y fortaleza. No obstante, todos son conscientes de que la asimetría en las relaciones entre ambos países sigue siendo un hecho inalterable: el sur se mantiene como el socio débil. «México nos ha protegido hasta cierto punto, pero el TMEC se encuentra en terapia intensiva; realmente han ido cediendo en todo. También es cierto que Trump está siendo más drástico y caótico de lo que esperábamos, deshaciendo el orden internacional que surgió tras la II Guerra Mundial y socavando la seguridad del comercio global», sostiene Bárcena.
Es innegable que el Gobierno mexicano está buscando reestructurar sus relaciones comerciales, especialmente considerando que un asombroso 83% de sus exportaciones se dirige a Estados Unidos, país al que enviaron mercancías por un valor superior a los 505. 000 millones de dólares en 2024. No hay otro país en el mundo que le venda más a Estados Unidos, ni siquiera China o Canadá. Aunque la dependencia entre ambos países parece mutua, es evidente que no es equitativa. Ante esto, la presidenta Sheinbaum ha convocado al sector empresarial nacional para implementar una estrategia que impulse la producción local destinada al mercado interno. Con 126 millones de habitantes, México tiene un potencial considerable si se enfoca en aumentar su producción y consumo interno. Sin embargo, para lograr este cambio radical, se requiere una reorientación significativa.
«Históricamente, ante ciertas crisis, era predecible la reacción de Estados Unidos, y México solía adaptarse a sus decisiones. Sin embargo, la administración de Trump ha llevado al gobierno mexicano a adoptar una postura decididamente reactiva. La presidenta es consciente de que hemos estado desarrollando un modelo de cooperación con Estados Unidos durante un siglo, y cambiar esto no es tarea fácil. Sin embargo, es vital buscar nuevas oportunidades en ese contexto«, explica Estefanía Cruz Lera, del Centro de Investigaciones sobre América del Norte de la UNAM. «Es imprescindible encontrar la manera de reconstruirnos y replantear nuestras relaciones a largo plazo«.
Fortalecer la soberanía económica de México no implica renunciar a su relación con Estados Unidos, lo cual parece poco realista. De hecho, muchos de los cambios que se están proponiendo actualmente son respuesta a las demandas de Trump, quien ha impuesto sanciones a aquellos que comercien con países que no se alineen con sus directrices, como en el caso de los componentes de automóviles provenientes de China o el petróleo de Venezuela. En México, uno de los cambios más significativos en estos primeros 100 días ha estado relacionado con la seguridad; esto, gracias a la presión de Trump para vincular los aranceles al combate del narcotráfico y la problemática del fentanilo en su país. El Gobierno de Sheinbaum ha instaurado una nueva estrategia de seguridad, distinta a la de su predecesor, y los operativos contra los líderes del crimen organizado se han intensificado. En los últimos meses, se han arrestado a más de 18. 000 personas por delitos de alto impacto, se han confiscado 144 toneladas de drogas, incluyendo dos millones de pastillas de fentanilo, y se han desmantelado 839 laboratorios clandestinos.
La migración, otro de los temas en los que el partido republicano exige resultados, constituye un constante punto de fricción. Esto se debe a la inclinación supremacista y despectiva que caracteriza a la actual administración estadounidense, un país en el que residen millones de mexicanos. En este contexto, Sheinbaum ha elevado su voz, exigiendo recientemente la modificación de la ley que permite a gobiernos extranjeros realizar propaganda política en las televisoras mexicanas. Esta decisión surge como respuesta a la campaña racista y antimigrante que ha desatado la secretaria de Seguridad, Kristi Noem. Sin embargo, su iniciativa no ha contado con el respaldo ni de la oposición ni de los grandes medios, que temen enfrentar multas millonarias, lo que ha paralizado sus esfuerzos. A pesar de estos obstáculos, Sheinbaum se envuelve en la bandera mexicana y logra un gran reconocimiento a nivel nacional. Los mexicanos son profundamente nacionalistas, y esta situación solo intensifica sus posturas. “Estados Unidos está utilizando nuevamente la relación comercial como una herramienta política, mientras que en México se apela al sentimiento nacional. Todo esto puede poner en riesgo una relación pragmática que beneficiaría a ambas naciones”, comenta Cruz Lera.
Trump ha alterado el destino compartido de México y Estados Unidos, evocando el «Destino Manifiesto«, una doctrina política del siglo XIX que justificó la expansión territorial estadounidense. Esta expansión llevó a México a perder una parte considerable de su territorio; sin embargo, con el tiempo, la geopolítica restableció relaciones más favorables entre ambos países, cimentadas en un intercambio comercial que se desarrolló notablemente durante el porfiriato y que se rompió con el estallido de la Revolución. Posteriormente, el general Lázaro Cárdenas y el presidente Roosevelt forjaron una «relación especial« que, tras la Segunda Guerra Mundial, consolidó en las conciencias la «necesidad mutua» entre ambos países, aunque, como señala la historiadora Pani, siempre será una relación asimétrica. “Se hizo evidente que debían mantener una relación amigable y estable, alejada de los altibajos políticos”.
Sin embargo, Trump ha hecho volar todo por los aires al referirse en numerosas ocasiones a «aberraciones históricas«, según Bárcena. Recuerda cómo cambió el golfo de México por el golfo de América y su renovado interés expansionista hacia Canadá, Islandia o el canal de Panamá. «Ha retrocedido al siglo XIX sin tener en cuenta los matices de la historia«, añade la diplomática. Detrás de este telón histórico, laten los intereses económicos e imperialistas de un gobernante ansioso por recuperar la grandeza perdida de Estados Unidos. “Las acciones de Trump pueden arruinar años de esfuerzo en los que la población ha transformado la percepción de su relación, pasando de ver a Estados Unidos como un invasor a considerarlo un socio comercial e inversor”, lamenta Bárcena. Pani sostiene que “los mecanismos de resolución de conflictos se encuentran dañados en este momento”, pero, a pesar de ser tan diferentes, son vecinos y están llamados a entenderse. “Siempre ha existido una relación de amor y odio”, concluye, “habrá que ver si esto perdura o si se queda en una llamarada pasajera”.
Con información de elpais.com
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